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PRIMERA EXPERIENCIA PARTICIPANDO EN UN MERCADO DE ARTE LOCAL: Mercat d'Art, Altafulla


Participar por primera vez en un mercado de arte ha sido una experiencia que va mucho más allá del simple hecho de montar un stand. Detrás de cada mesa y cada cuadro hay horas de preparación, decisiones, dudas, ilusión y también cierto vértigo.


Antes del evento, el trabajo se multiplica: seleccionar obras, preparar etiquetas, certificados de autenticidad, embalajes, materiales de exposición y, por supuesto, definir cómo presentar mi universo artístico en un pequeño espacio.

Quería que cada elemento hablase de mí, que quien se acercara pudiera sentir un poco de la atmósfera que intento transmitir en mis cuadros. No es solo una cuestión estética, es también una forma de mostrar profesionalidad, coherencia y respeto por la propia obra.


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Los días previos están llenos de emoción y nervios. Una mezcla entre expectativa y responsabilidad. Siempre existe esa pregunta interior "¿Cómo reaccionará la gente ante mi trabajo?". Pero una vez comienza el mercado, todo cambia. La energía del entorno, las conversaciones con visitantes y otros artistas, y la sensación de estar presente en un espacio donde el arte se comparte de forma tan directa, hacen que cada momento valga la pena.


Durante el evento aprendí que un mercado de arte no es solo una oportunidad para vender, sino una ocasión para escuchar, cómo las personas perciben tus obras, qué les llama la atención, qué emociones despiertan. Esa retroalimentación directa es valiosísima, porque ofrece una mirada distinta a la que uno tiene en el estudio.


También es un ejercicio de humildad y adaptación. No todo sale perfecto, el espacio puede ser pequeño, el viento puede jugar malas pasadas o la iluminación no ser la ideal. Pero incluso esas pequeñas imperfecciones son un aprendizaje. En mi caso, volví a casa con una sensación de satisfacción profunda, la de haber hecho bien el trabajo y haber dado un paso más en mi camino artístico.


Participar en un mercado local, aunque sea pequeño, tiene un valor enorme. Permite conectar con el público de una forma sencilla y humana, sin filtros ni intermediarios. Y sobre todo, te recuerda por qué haces lo que haces, porque crear y compartir arte es una experiencia viva, que se nutre del encuentro con los demás.

 
 
 

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